4 meses antes:
Los gritos resonaban en las lúgubres y
oscuras salas de los juzgados de la Ordo Malleus en Formosa. El
cónclave de Varoth se encontraba en su punto álgido cuando el Lord
Inquisidor Laredian se situó en el centro de la sala y expuso su
informe.
- Aquí tenéis un cristal demoníaco extraído del mismísimo seno de un culto demoníaco exterminado en mi ultima purga. Y ahora ¿Aún creéis que estoy loco?
Laredian extrajo la piedra oscura y la
mostró a todos los presentes. Cientos de ojos fijaron la mirada
incrédula en ese cristal, no podían creer que realmente Glovoda
albergara un culto tan importante a los dioses del caos.
Laredian |
- Su poder no tiene fin, con solo esta piedra los cultistas podrían haber destruido todo este capítulo, por suerte llegamos mucho antes de que esta piedra hubiera sido cargada con las almas de los habitantes de Glovoda. Dijo Laredian.
- Creo que le debemos una disculpa Inquisidor, espero que sepa perdonar nuestro escepticismo, no creíamos que en este sector pudiera proliferar un mal así.
- Espero que ahora el presidente de la cámara y sus ayudantes tengan los ojos y los oídos más receptivos ante la palabra del emperador y de la Ordo. Le respondió el Inquisidor.
Juez Supremo y tribunal |
El silencio por la humillación de los
miembros de la cámara terminó con cualquier atisbo de discusión.
Más de 1 mes habían durado las disputas, y el Lord Inquisidor tenia
razón. Por suerte el caos había sido erradicado a tiempo.
- Ya que nadie tiene nada que decir, dejad que prosiga. Mis Adeptos han estado investigando este cristal y han decretado que, al no haber sido concluida su carga, cabe la posibilidad de ser purificado y utilizado en beneficio del imperio. Si el consejo así lo estima, en un plazo de 48 horas las investigaciones habrán sido concluidas y podré ofrecer un informe más preciso.
La sala entera permaneció en
silencio roto por los murmullos de los cientos de adeptos y jueces
deliberando entre ellos sobre esas ultimas palabras de Laredian.
- Tonterías...
De la oscuridad alguien se levantó de
su asiento para dirigirse hacia el centro de la sala, hacia el
pedestal donde ahora reposaba el cristal para ser contemplado.
- ¿Que ha dicho, Inquisidor Díaz? Preguntó Laredian
- ¡Tonterías!
En ese instante Torquemada tomo su
martillo con ambas manos y asestó un poderoso golpe al cristal
haciéndolo añicos y destruyéndolo sin contemplaciones. Nadie daba
crédito a esta falta de respeto, jamás un Inquisidor había roto de
esta forma las normas de protocolo.
- ¿Quién se ha creído.... Fue interrumpido
- ¡Es usted un blasfemo! Un traficante de abominaciones, yo le acuso maestro ¡Extremis Diabolus al Lord Inquisidor!
Servocraneo |
La acusación de Torquemada a su
maestro rompió el silencio, la sala hervía de nerviosismo, cientos
de adeptos, bibliotecarios, jueces, responsables del capitulo y
testigos del imperio acusaban, pedían explicaciones, exigencias,
reprimendas y quejas sin orden alguno. Nadie podía distinguir nada
de lo que ahí se gritaba, solo una masa de ruido sin sentido llegaba
a los oídos del maestro y su aprendiz en el centro de la sala.
- ¡SILENCIO! Grito Laredian con todas sus fuerzas después de abrir fuego con su arma. Espero que sepas lo que haces Díaz. No por ser mi pupilo mostraré compasión ante una acusación falsa de tal magnitud.
- Solo necesito 1 cosa Laredian. Tráiganme un reloj de arena que marque 1 hora de Terra. Antes de que el ultimo grano de ese reloj caiga, habré demostrado tu culpabilidad.
Cuando el reloj fue puesto en el
pedestal del medio de la sala y dio comienzo la hora, Torquemada,
empezó a interrogar a Laredian delante de todos los miembros del
cónclave, que escuchaban con suma atención el suceso de preguntas y
de como Díaz encajaba toda esa información.
Cuando el ultimo grano de arena cayó,
Laredian yacía arrodillado en el suelo confesando todos y cada uno
de sus actos impíos ante el silencio sepulcral de los mas de 400
miembros que ahí se encontraban. De nuevo el silencio fue roto por
Díaz.
- ¿Y bien? Dirigiéndose al consejo presidencial.
- Este tribunal. Dijo el juez supremo mientras se levantaba de su silla tembloroso aún. Declara al Lord Inquisidor Laredian, culpable de la acusación Extremis Diabolus. Es por ello que se le retirarán todas las distinciones y títulos, queda relevado del cargo de Lord Inquisidor, y su nombre sera recordado con vergüenza en los años venideros. Así mismo, su cuerpo queda condenado a muerte, su propio pupilo llevara a cabo su ejecución. Sentenció el juez supremo.
Varias lunas pasaron, y el día
designado llegó, Laredian aguardaba arrodillado delante del altar
donde iba a perder su vida en unos instantes. Por su parte Díaz se
acercaba con paso firme sujetando su martillo. Los alguaciles
colocaron a Laredian en posición, poniendo su cabeza sobre el altar
de purificación mirando un extraño ventanal.
- Laredian el traidor, ¿tienes unas ultimas palabras por decir? Preguntó el juez supremo.
- Yo quisiera decir que so....
No pudo decir más, Torquemada aplasto
de un inmenso golpe su cabeza como si del cristal demoníaco se
tratara. Se dice que aún puede oírse el eco del estruendo por los
salones de Varoth.
- El día que traicionó al emperador perdió todo derecho a la redención, su palabra no valía nada. Dijo Díaz a los presentes. Alguaciles, recojan los restos impíos del traidor y siganme.
Tras la intervención de Torquemada y
la traición de Laredian, el juez supremo no tubo mas remedio que
investir a Torquemada como Lord Inquisidor, y ahora se disponía a
empezar su mandato de purificación.
- Ustedes 2 llevaran sus restos hasta la estrella de este sistema, una vez ahí arrojenle para que nada más que el recuerdo quede de el. Luego regresen, por mi parte otros asuntos me tendrán ocupado, es hora de limpiar este sistema y perseguir a todo seguidor del caos.
Con esas palabras empezó la gran purga
del sistema Formosa donde todos los mundos con sus lunas, todas las
estaciones orbitales y naves comerciales fueron registradas
centímetro a centímetro con todo los recursos disponibles, desde
hombres y psíquicos a escáneres. Uno a uno barrieron las
superficies, las profundidades y los cielos del sistema, exterminando
y juzgando a todo ser de corazón negro que encontrasen.
Torquemada consiguió así la fama de
inquebrantable azote demoníaco, y solo el temor por presenciar su
reloj de arena podía ensombrecer el miedo que provocaba ese
martillo. Ahora solo 1 enemigo escapaba a su juicio, o quizá no.
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